¿Quieres mejorar tu comunicación con Dios?

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¿Quieres mejorar tu comunicación con Dios?

Este blog busca responder a la pregunta: ¿Cómo puedo mejorar mi comunicación con Dios? ¿Cómo orar mejor? ¿Cómo rezar?

Soy un sacerdote feliz, profundamente feliz. Pertenezco a la Legión de Cristo y al Regnum Christi. Fui ordenado sacerdote por el Papa Juan Pablo II el 3 de enero de 1991. Puedes ver el momento en que San Juan Pablo II me ordenó sacerdote en este video.

Mi pasión es Cristo y experimento con fuerza la grandeza de su amor. Mi quehacer preferido: ayudar a las personas a conocer a Dios y crecer en su amistad con Él a través de la vida de gracia y la vida de oración. Creo que es lo mejor que puedes hacer por alguien.

¿A quién se dirige el blog de la oración?

Este sitio es un lugar de encuentro de personas con sed, que buscamos la felicidad verdadera, queremos mejorar nuestra comunicación con Dios y acompañar a otros en su camino al cielo. Aquí compartimos la inquietud de la búsqueda y gozamos juntos la paz del encuentro.

En referencia a Dios, todos estamos prácticamente en la línea de salida; los “expertos” en vida de oración balbucean y dan pasos que siempre les parecen cortos, como el que acaba de empezar.

Advertencias:

  • Soy un buscador de Dios como tú. No soy ningún experto. Soy un sacerdote convencido de que no hay apóstol ni evangelización verdadera, sin experiencia personal de Dios. O somos testigos, o no servimos como maestros. Y no se puede ser testigo de una idea, sólo de una persona, de una experiencia.
  • Me focalizo en la oración, en la comunicación con Dios. Busco desarrollar en comunidad una pedagogía de la oración cristiana.Al hablar de oración me refiero a la relación personal con Dios durante el día, encontrándole en todas partes, y a esos minutos que dedicamos cada jornada a estar a solas con Él.
  • Trato de afrontar la dimensión vivencial y experiencial. Experimentar a Dios no se aprende, y no se puede enseñar. Se puede pedir, recibir, hacer experiencia… y compartir. Como siempre con el amor, nos enamoramos de alguien, no de algo.
  • Lo que comparto aquí es sencillo, pues la relación con Dios debe ser simple. Me dirijo a personas normales: Tengo la mirada puesta en las personas que han participado en cursos y talleres de oración que he dado y que me han pedido acompañarles en su camino. Me imagino que llegará también a otros, hay espacio para todos: adultos, jóvenes, hombres, mujeres, sacerdotes, almas consagradas… Seres humanos normales.
  • Espero tus comentarios, participa. Quisiera que esto no sea un monólogo, sino que compartas tu sed y tu experiencia de Dios con apertura y humildad, para ayudarnos entre todos en un clima de amistad (el lema de Santo Tomás era «Compartir lo contemplado»). Sé que no es fácil, pero comunicar la propia experiencia es una de las cosas que más ayudan en la vida espiritual. El Espíritu Santo sopla donde quiere y también habla a través de ti, aunque no lo creas.
  • Orar no es como buscar en Google: resultados inmediatos sin esfuerzo. Como habrás comprobado, la oración exige esfuerzo, perseverancia y se avanza con lentitud. Lo determinante para avanzar es que Dios nos dé su gracia (quiere dárnosla), que perseveremos y seamos constantes en la búsqueda, que nos ayudemos de un buen amigo del alma (director espiritual) y ojalá también de nuestra familia y un grupo de oración, pues a orar no se aprende en libros, sino en la vida.

Y antes de que cambies de página, cierra los ojos un instante, haz la prueba: recuerda que Dios ha puesto su morada dentro de tu corazón, allí lo tienes dentro, todo para ti. Dile esta plegaria. No la pronuncies solamente como “un lector”, sino que te salga del alma. Él es tu Padre y tú el más pequeño de sus hijos a quien Él está ahora mirando y escuchando.

«Señor, Dios mío, única esperanza mía, haz que cansado nunca deje de buscarte, sino que busque tu rostro siempre con ardor. Dame la fuerza de buscar, tú que te has dejado encontrar, y me has dado la esperanza de encontrarte siempre nuevo. Ante ti están mi fuerza y mi debilidad: conserva aquella, esta sánala. Ante ti están mi ciencia y mi ignorancia; allí donde me has abierto, acógeme al cruzar el umbral; allí donde me has cerrado, ábreme cuando llamo. Haz que me acuerde de ti, que te entienda, que te ame. Amén». (San Agustín, De Trinitate, 15,28,51).

Cierra los ojos de nuevo y disfruta un minuto en la presencia Jesucristo Resucitado.