¿Arder por dentro o quemar por fuera?

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¿Arder por dentro o quemar por fuera?

Las dos cosas: arder por dentro y quemar por fuera. El fuego tiene que estar encendido o no es fuego. Obvio.

¿Arder por dentro o quemar por fuera?

El día de nuestro bautismo Dios encendió el fuego de su amor en nuestros corazones. Si como nos dice la fe, Dios en nuestro Bautismo ha encendido un fuego escondido en nuestros corazones, la tarea de la vida es descubrir y liberar ese fuego de amor. Un fuego que no existe en otros hombres y que por tanto es un tesoro (escondido, como los mejores tesoros), que puede cambiar nuestra vida y la de los que nos rodean, si lo descubrimos y lo ponemos en acción.

El verdadero celo por las almas

Debemos mantener la llama encendida: cultivar la vida de gracia, la relación de amor y confianza entre Dios y yo. Tenemos una naturaleza herida por el pecado y existen enemigos que quieren apagarla. Es la batalla espiritual que todos debemos librar (cfr. Ef. 6,12). La buena noticia es que el Espíritu Santo es el primer interesado y pone todo lo que está de su parte para ayudarnos. Cuando nos proponemos mejorar nuestra relación con Dios y hacerlo parte real de nuestra vida ordinaria, una y otra vez nos encontramos con que el ruido de la vida y la falta de constancia nos hacen una mala jugada. Por eso, hay que añadir aceite a la lámpara y mantenerla encendida.

Además, el fuego quema. Se propaga por naturaleza. El fuego hace lo que es. Es luz e ilumina. Es calor y quema. El fuego irradia, como el amor.

Nuestra tendencia natural es inclinar la balanza hacia el “quemar”, sin dar toda la importancia que merece la llama, para que arda cada vez más.

Cómo arder por dentro y quemar por fuera

Como individuos y como comunidades de vida cristiana podemos aplicar algunos medios prácticos para avivar la llama y propagarla, de manera que esta inquietud que está presente en tantos de nosotros de focalizar la atención en el fuego de adentro, vaya cristalizando en acciones concretas. Por ejemplo:

  1. Promover la adoración eucarística y pasar, yo el primero, más tiempo con Cristo Eucaristía.
  2. Ofrecer cursos y talleres de oración.
  3. Formar directores espirituales que sean verdaderos amigos del alma.
  4. Promover la oración en familia.
  5. Hacer más bellas las misas y las horas eucarísticas como celebraciones de fe y amor en familia. Dar un realce especial al canto y todo lo que eduque el sentido de lo sagrado.
  6. Mejorar la calidad de los retiros y ejercicios espirituales, preparando muy bien la predicación, pero sobre todo enseñando la oración del corazón.
  7. Impulsar los pequeños grupos de oración (Lectio Divina) y aprovechar las ocasiones para tener momentos de oración comunitaria.
  8. Promover la creación de espacios físicos de oración: familiares y comunitarios (ermitas, grutas marianas, etc. en las casas, jardines, calles y campos)
  9. A través de la dirección espiritual, las conferencias, los blogs, etc.: proponer medios muy prácticos para que mejoremos la actitud con que vivimos la vida y hacer fácil y natural el descubrir la presencia de Dios en todas partes, para aprender a gustar el silencio, para introducir sencillos momentos de oración en todo: en actividades formativas, en la consultoría, actividades apostólicas…. Cuánto más, en lo posible, en la ordinaria vida familiar o laboral.
  10. Recuperar y renovar las prácticas de religiosidad popular católica (procesiones, peregrinaciones, etc.)

Y lo más importante de todo: invocar con insistencia la acción del Espíritu Santo, para que nos conceda vivir un nuevo Pentecostés.


Autor: P. Evaristo Sada, L.C.(Síguelo en Facebook)
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