Que cuando, día a día, te traigan al Pan convertido en tu cuerpo, ello no se les vuelva rutina, sino diario milagro.
Que su trato con las almas sea siempre para dejar en ellas el amor y el valor que Tú nos entregas.
Que el espíritu viviente en carne y hueso, sean como Tú, profundamente humanos y perfectamente divinos….
Que cuando el desánimo y la debilidad los agobien en el camino de su vida, estés Tú, como Cireneo, para llevarles la cruz y volvérselas en gozo.
¡Y que nunca falte quien ore sin cansarse por ellos!
Amén