Al comenzar la meditación diaria

1844
Al comenzar la meditación diaria

Señor, estoy aquí porque te quiero.
Y porque te amo, quiero estar a tu lado durante este rato que tengo reservado sólo para ti.
Tú dijiste que «sólo una cosa era necesaria» (Lc 10,42) en la vida, refiriéndote a la oración.
Y me lo demostraste con tu ejemplo.
Quiero ser un hombre de oración, como Tú.
Tú me conoces, soy débil, tengo muchas miserias y limitaciones, necesito tu ayuda.
Vengo a este encuentro contigo para que me des un corazón que escucha (cf Sam 3,9-10).
Dime qué quieres de mí. Dame fuerzas para hacer siempre tu voluntad. Acompáñame en mi camino.
Quiero llenarme de ti para luego dar testimonio de tu amor.
Quiero cumplir mi misión y llegar al cielo.
Quiero consolarte, reparar por mis pecados y los de mi prójimo.
Recíbeme, permíteme permanecer este rato a tu lado,
como Juan recostado en tu pecho,
como la samaritana sedienta junto al pozo
o como María sentada en silencio a tus pies.