«En tiempos de Herodes, rey de Judea, hubo un sacerdote, llamado Zacarías…… casado con una mujer de descendencia de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran irreprochables ante Dios y seguían escrupulosamente todos los mandamientos y preceptos del Señor…»
«…Y el ángel del Señor se le apareció, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo Zacarías se asustó y tuvo miedo. Pero el ángel le dijo:
- No temas, Zacarías, tu petición ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo al que pondrás por nombre Juan. Te llenarás de gozo y alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande ante el Señor..»
«….Será el precursor del Señor…»
«…Por aquellos días, María se puso en camino y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:
Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?….¡Dichosa tú que has creido! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá…» (Lc 1. 5-45)