Cuando haya llegado a ese bienaventurado estado [la vida mística] de un alma en el que todo está enderezado, cuando haya alcanzado ese tercer grado de la piedad, o sea la perfección, ¿estaré ya en la cumbre? –Estaré ya muy alto, aunque sin embargo lejos todavía de las cumbres; estoy sobre una primera eminencia, muy difícil de alcanzar y a la cual llegan pocas almas, pero sobre esta altura se levantan otras: son las altas cumbres que tocan el cielo. (José Tissot, La vida interior)