Dios, un Padre solícito

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El abandono a la voluntad de Dios sería una superchería si Dios no fuese un Padre atento al menor deseo de sus hijos. Habría que leer Lc 12,22 a 32, donde Jesús dice: «No os inquietéis por la comida o el vestido… Todo esto lo buscan sin descanso los paganos de este mundo, pero vosotros, vuestro Padre, sabe que tenéis necesidad». Cuando se ha comprendido que Dios es un Padre que vela sobre cada instante de nuestra vida y que cuenta cada uno de nuestros cabellos, uno no puede menos que abandonarse a él y ya no se tiene miedo. A partir del momento en que uno se descrispa y pone las dificultades en las manos del Padre, se da en nosotros una liberación que nos sitúa en la paz. Si hay que abandonarse, es sencillamente porque Dios es un Padre tierno y atento a las necesidades de sus hijos.