Las distracciones no deben extrañarnos ni entristecernos, tranquilamente y con dulzura debemos reconducir nuestra alma a Dios.
El Señor no permite un tiempo de prueba que no vaya dirigido a una gracia más abundante. No debemos desalentarnos sino perseverar.
En el Rosario, María nos impulsa a la oración, nos da acceso a la humanidad de Jesús y nos introduce en los misterios de su Hijo.
El amor que une a Dios y al alma, y el Amor que constituye la realidad profunda de la Iglesia son idénticos, es el don del Espíritu Santo.
Para la vida de oración es muy importante la presencia de Dios en nuestro corazón. Es objeto de fe. Dios habita en el fondo de nuestro corazón.
Para la vida de oración es muy importante la presencia de Dios en nuestro corazón. Es objeto de fe. Dios habita en el fondo de nuestro corazón.
Esta es la oración más pobre pero la más profunda: un simple acto de amor por encima de cualquier palabra, de todo pensamiento. Necesitamos mucho tiempo y un profundo trabajo de la gracia para llegar a esta sencillez.
Nuestro primer trabajo en la oración es no pensar ni ofrecer, ni hacer algo por Dios, sino dejarnos amar por Él como niños pequeños.
Si a pesar de nuestra buena voluntad, somos incapaces de rezar bien, ofrezcamos nuestra pobreza a la acción de Dios y nuestra oración será entonces más valiosa que la que nos hubiera dejado satisfechos de nosotros mismos.
En la oración lo que cuenta no es lo que nosotros hacemos, sino lo que Dios hace en nosotros durante ese tiempo.
Si quieres aprender más del P. Jacques Philippe te recomiendo estos videos de entrevistas del P. Evaristo Sada LC con el P. Jacques Philippe.
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