Un día que Teresa charlaba con Celina sobre la unión con Dios, esta última le hizo una pregunta: «Como yo le preguntase, si perdía alguna vez la presencia de Dios, me contestó sencillamente: ¡Oh, no, creo que no he estado nunca tres minutos sin pensar en Dios«. Le manifesté mi sorpresa de que tal aplicación de la mente fuese posible. Ella replicó: «Se piensa naturalmente en quien se ama» (C y R III, 29). (Lafrance J, Mi vocación es el amor).