Al terminar el día entabla un diálogo familiar con el Espíritu Santo. Pregúntate si has permanecido en su presencia, si has cultivado una actitud filial y llena de confianza junto a Dios Padre, si has contemplado a las personas y los acontecimientos desde su mirada, si has aprovechado las oportunidades para alabarle, si has amado a todos al estilo de Jesús, si has tenido el valor de dar testimonio de tu fe. Pregúntale a Él, que es el Artista de tu alma, si ha podido modelarte conforme al ideal que es Jesús, o si ha encontrado alguna resistencia en ti.
Dale las gracias por su fiel compañía, por sus dones e inspiraciones, por los toques de amor con que te ha formado.
Pídele perdón si caminaste en sentido contrario. Visualiza en su presencia el día de mañana y pídele su gracia para ser barro dócil en manos del Alfarero.