Eso que me sucedió, tú sabes a qué me refiero, no lo entiendo ni creo lograr entenderlo jamás. Simplemente fue demasiado, no hay lógica alguna, no soy capaz de entender cómo pudiste haberlo permitido. Pero hoy quiero agachar la cabeza, no voy a pedirte ni a pedirle cuentas a nadie más, no espero explicaciones, ya no las necesito, simplemente quiero hacerte una ofrenda. Mi ofrenda es mi aceptación. Yo confío en que si tú, Espíritu Santo, lo permitiste fue por algo, algún bien sabrás sacar de allí, para mí o para otros, ahora o más adelante, lo vea yo o no lo vea. Ya nada de eso importa, sólo quiero hacerte mi ofrenda. Con toda la mansedumbre de que soy capaz: con lágrimas en los ojos quiero decirte que acepto.