“Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre” (Mc 13, 28-32).
CONSIDERACIÓN
Según las Sagradas Escrituras, todo tuvo un comienzo y todo tendrá un fin, y Jesucristo se revela como el alfa y la omega de la historia. La consideración de este axioma nos debiera suscitar el pensamiento realista acerca de lo que es permanente y de lo que es caduco.
Estamos terminando el Año Litúrgico y las lecturas bíblicas nos ofrecen la consideración de la temporalidad, que se vive sobre todo personalmente, pues nuestro paso por este mundo es muy corto. Dice la Biblia que “mil años son como un día”. Es principio de sabiduría vivir conscientes de nuestra mortalidad.
Pero no estamos arrojados a la nada. “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria”. El Señor ha prometido volver, y el encuentro con Él sucede en cada historia personal en el momento de atravesar la frontera de esta vida. El creyente no tiene miedo de este encuentro y vive con la esperanza de lo que se le descubrirá: el rostro de Dios.
PROPUESTA
¿Vives inconsciente, como quien intenta exprimir el tiempo de vida, o esperanzado, sabiendo que caminamos hacia el encuentro con Dios?
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web) El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet y redes sociales, siempre y cuando se cite su autor y fuente original: www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.