María Magdalena y el Buen Olor de Cristo

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María Magdalena

María tomó una libra de nardo precioso y ungió los pies del Señor y los limpió con sus cabellos. Ya antes de su conversión había ungido los pies de Cristo. Ungelos ahora en agradecimiento de haber resucitado a Lázaro. Pondera la humildad de la que en presencia de otros se arrojó a los pies de Cristo, el desprecio de sí, el amor, la acción de gracias con que consagra a Dios lo que tenía más precioso. Atiende  a la complacencia de Cristo, y a la estima que hace de tal acción. – Ofrécele tu también, no obras comunes y de ningún provecho, sino preciosas, hechas con un lleno e interior afecto, pues recibes de Dios cosas de tanto precio.

Y la casa se llenó del  olor del ungüento. Somos buen olor de Cristo (2Cor 12), o, por lo menos, debemos serlo. El olor de nuestras buenas obras es la edificación del prójimo. La excelente virtud de un religioso, de un padre de famiia, llena de toda una casa de este olor; y la de un ejemplar cristiano toda una nación. Cuanto mayor eres, tanto más has de procurar darlo. Los ejemplos de los mayores atraen a los menores, llevándolos tras sí.

Viendo, pues, esto los discípulos, se indignaron, diciendo (Mt 26, 8-9). Murmuraban de la prodigalidad e indiscreción de la Magdalena los que no reparaban el afecto con que lo hacía. – Nunca faltarán quienes juzguen siniestramente de las virtudes de los justos: hablan de ellas, echándolas a mala parte, o por ignorancia, o por malicia. Aun los buenos forman sus censuras con celo tal vez indiscreto. Si quieres ser buen religioso, buen cristiano, debes hacer el ánimo a esto. Mira a los juicios de Dios, desprecia los de los hombres. Estos ven los de fuera, Dios el corazón. Guárdate,  pues, de interpretar mal los hechos de los otros cuando los puedas echar a buena parte.

Más advirtiéndolo el Señor, dice: ¿Para qué sois molestos a esa mujer? Pues a la verdad, hizo una buena obra conmigo (Mt 26, 10-13). Siempre es Jesús abogado de María: contra el fariseo, que la notaba de pecadora (Lc 7). Contra Marta, que la acusaba de ociosa (Lc 20). Aquí contra Judas, que murmuraba de ella. Mira cómo siempre la virtud tiene por patrono a Dios. ¡Qué consuelo tendría con esto la Magdalena, aun principiante en el camino de la perfección!- Porque hayan de afligirte los siniestros juicios de los hombres, sus murmuraciones, sus censuras, ¿ha de dejar, acaso, por eso la virtud? De ningún modo. Prosigue en obrar bien. Confía; tendrás a Dios por defensor. Tiempo vendrá en que la verdad se descubra con mayor consuelo tuyo.