Cuidado solícito de Dios

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Dios tiene cuidado de cada uno de nosotros. ¿No es verdad que cinco pajarillos se venden por dos cuartos, y con todo ni uno de ellos es olvidado de Dios? No temáis, pues, que Dios os olvide: más valéis vosotros que muchos pajarillos. Este cuidado de Dios es el cuidado de la gallina por sus polluelos, el del pastor por sus ovejas, el de una madre por su hijo. Os llevaré en mis pechos y os acariciaré sobre mi regazo. Como una madre acaricia a sus hijos, así os cuidaré y os consolaré. ¿Puede una madre olvidar a su hijo y descuidar el fruto de sus entrañas? Pues aun cuando ella pudiese olvidarlo, yo nunca podré olvidarme de ti. Esta voluntad de Dios, siempre ocupada en mi santificación, me sigue en todos los detalles de la vida para conducirme al fin supremo de mi creación. Hay tanto que hacer en mi alma, que Dios trabaja en ella sin cesar. Así, no soy solamente yo el que, con ayuda de la gracia, trabaja por la gloria de Dios; es también Dios mismo, y mucho más que yo, quien trabaja en mí para su gloria, y trabaja en mí sin mí y a veces a pesar mío. (José Tissot, La vida interior)