La estructura de esta vocación, tal como se deduce de las palabras dirigidas al joven en los Evangelios sinópticos, se manifiesta a medida que se descubre el tesoro fundamental de la propia humanidad en la perspectiva de aquel «tesoro» que el hombre «tiene en el cielo». En esta perspectiva el tesoro fundamental de la propia humanidad se relaciona con el hecho de «ser, dándose a sí mismo». El punto directo de referencia a una vocación así es la persona viva de Jesucristo. La llamada al camino de perfección toma forma de El y por El en el Espíritu Santo el cual -a nuevas personas, hombres y mujeres, en diversos momentos de su vida y principalmente en la juventud- «recuerda» todo lo que Cristo «dijo» y en concreto lo que «dijo» al joven que le preguntaba: «Maestro, ¿qué obra buena he de realizar para alcanzar la vida eterna?» Mediante la respuesta de Cristo, que «mira con amor» a su interlocutor, el intenso fermento del misterio de la Redención.
Exhortación apostólica Redemptionis donum