¡Cuán vacía es la criatura cuando no busco en ella lo que constituye su plenitud y su esencia! “¡Vanidad de vanidades!, dice el Eclesiastés; vanidad de vanidades y todo es vanidad”: la vanidad es la criatura vacía de Dios. Toda criatura a la que amo exclusivamente para mi satisfacción es, para mí, vanidad, porque está para mí vacía de Dios. ¡Cuán vacíos son los placeres del mundo y qué vacío abren en el alma! ¡Ah! ¡Es preciso haber experimentado lo que es la plenitud, para tener el sentimiento del vacío! Sólo después de haber sentido algo de la plenitud de Dios, de esa plenitud que procede del amor de su gloria, es cuando un alma comienza a sentir la vanidad de su satisfacción egoísta; entonces es cuando sabe lo que es el vacío; entonces siente su profundidad y sufre su peso. (José Tissot, La vida interior)