Sólo la misericordia puede llamar a la Misericordia

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En su incomprensible miseria de amor el alma iluminada por el don de Consejo comprendió que solamente la misericordia puede atraer a la Misericordia, que para clamar hacia ella era preciso ser como ella, aprender su lenguaje; y con su compasión intima y con su operación fecunda en favor de los miserables llamó a aquel Amor que para darse a las criaturas necesita ser misericordia.

Y la misericordia vino, porque no puede resistir sus propios clamores, y son en los oídos del alma la voz que no puede confundirse con ninguna jamás: la voz del Amor, y dijo una palabra que en su profundidad parece agotar todo el lenguaje humano: ¡Ven! Y el alma sintió que unas manos muy dulces la tomaban con la delicadeza de una madre que levanta a su hijo pequeñito, y le pareció que aquellas manos la subían muy alto, arriba de la montaña de la justicia y de la cumbre de la misericordia; arriba de la región en la que se debate en medio de las miserias humanas la vida activa; y que lo ponían suavísimamente en la que blandura de una roca altísima, donde tienen su nido las águilas caudales que miran al sol. Ya pasó el invierno, ¡alma dichosa!, la lluvia, está muy lejos, allá abajo.

Una vida nueva, la vida de la contemplación, te abre sus horizontes inmensos. Entra; ¿te parece estrecha la entrada? ¡si supieras a donde conduce! te parece oscura la región misteriosa? es que la nueva luz tan viva, tan intensa, deslumbra tus ojos imperfectos. Poco a poco tus ojos se irán adecuando a esa luz celestial; porque ella misma será el divino colirio que los purifique y sane. Y cuando hayan olvidado su antiguo manera de ver, cuando se abran serenos y profundos a la nueva luz, a la divina claridad, contemplarás extática lo que hace mucho tiempo ansiabas contemplar con hondo anhelo: el Amado que en el cielo se llama Amor y que para mostrarte su rostro bellísimo necesita llamarse MISERICORDIA… (El Espíritu Santo)