La voluntad

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La voluntad estima, aprecia, ama: debo, pues, con mi voluntad estimar, apreciar, amar, como mi único bien esencial, la gloria de Dios; no amar nada sobre ella, nada contra ella, nada fuera de ella; sentir que esto debe ser para mí todo y que sin eso todo lo demás es para mí nada. Debo estimar, apreciar, amar en las criaturas, ante todo, lo que es esencial en ellas, es decir, el medio de lograr mi todo: esto es lo que debo amar y estimar en ellas en sumo grado. No las debo amar por sí mismas ni por mí mismo, sino por Dios ante todo. La medida de mi amor, la razón de mis preferencias debe ser precisamente la medida en que ellas me sirven para glorificar a Dios. Si ante todo mi voluntad se aficiona a lo que en las criaturas me conduce a Dios, cumple plenamente su deber. Esta plenitud del deber de mi voluntad está totalmente expresada en la gran palabra por la cual San Juan define a Dios mismo: la caridad. (José Tissot, La vida interior)