Es grande la desconfianza y pusilanimidad de aquel hombre que, habiéndolo Dios librado muchas veces de peligros pasados, no cobra fiucia (esperanza esforzada) de que no será desamparado ni confundido en el peligro presente, ni aun en los por venir; pues según hemos dicho, la esperanza que en el Señor se pone, si el hombre no le falta, no echará a nadie en falta, ni le será causa que diga: Engañado fui. (Juan De Ávila, Audi filia)