Uno de los grandes teólogos —me refiero a San Macario de Egipto — habla del modo más claro sobre esta cuestión. Dice: «Así como cuando plantas una vid dedicas tu atención y tu esfuerzo con el propósito de recoger la vendimia, pues si no fuera así toda tu labor sería estéril, así también en la oración, si no buscas el provecho espiritual, esto es, el amor, la paz, el gozo y lo demás, tu trabajo será inútil. Por lo tanto, debemos cumplir nuestros deberes espirituales (la oración) con el propósito y la esperanza de recoger el fruto, es decir, consuelo y gozo en nuestro corazón.» ¿Veis cuán claramente responde el Santo Padre a esta cuestión acerca de la necesidad del goce en la oración?(Relatos de un Peregrino Ruso)