¡Te invito a Betania!

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Te comparto un regalo: te invito a Betania

Te invito a hacer la experiencia del hogar de Lázaro, María y Marta, amigos de Jesús. Era un lugar donde Cristo solía parar antes de llegar a Jerusalén. Betania era un lugar especial para Jesús, sobre todo, por los amigos que allí tenía. La experiencia de Betania nos enseña verdaderas actitudes para la oración.


Señor, no sabemos rezar. A veces somos como Marta que preocupada con muchas cosas va de un lugar a otro sin parar, con muchos quehaceres. La vida con su mecanismo de actividades nos lleva a estar más preocupados con el tener que con el ser, con lo material que con lo espiritual, con las preocupaciones que con las personas. ³María escogió la mejor parte². Enséñanos, Señor, a escoger la mejor parte. Ayúdanos a saber dedicar tiempo a Ti. El tiempo dedicado a la oración nunca será tiempo perdido, pues, Tú obras en nuestro corazón y tus palabras son palabras de vida eterna. Ayúdanos a elegirte a Ti, Señor.

Los afanes y vaivenes de la vida aturden y quitan la paz de nuestro corazón. Betania era un lugar de descanso para Ti. Descansabas con tus amigos y tus discípulos. Como dice el libro del Eclesiástico: ³Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro². Tú encontraste un tesoro con estos amigos. Amigos que se preocupaban por Ti y que se alegraban con tu presencia. Señor, queremos ser esos amigos tuyos. Haz de nuestro corazón una pequeña Betania. Haz de nuestro corazón este refugio seguro para tu descanso. Escoger la mejor parte significa renunciar a otras cosas. La mejor parte es lo esencial y muchas veces nos preocupamos más con lo secundario que con lo esencial. El que sabe escoger la mejor parte en la vida ha encontrado su tesoro, ha encontrado su refugio seguro.

Señor, Marta y María habían mandado avisarte del estado de salud de su hermano Lázaro para que le curaras. ¿Por qué esperaste más tiempo para acercarte a Betania? Tú sabías que Lázaro iba a morir, sin embargo, preferiste esperar. Preferiste esperar porque sabías que lo que iba a pasar sería para dar gloria a Dios. Señor, nosotros pensamos en el tiempo y Tú piensas en la eternidad. Ayúdanos a creer más en Ti y a saber que tu voluntad es lo mejor y lo único que nos hará realmente felices. Señor, Tú eres la resurrección y la vida y quien cree en Ti vivirá para siempre. ¡No hay vida sin Ti! Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Ayúdanos a confiar más en Ti y a tenerte a Ti como nuestro único apoyo, como nuestra única seguridad.

«El Maestro está aquí y te llama».  Éstas han sido las palabras de Marta a su hermana María para avisarla que el Señor había llegado. El Señor viene a nuestro encuentro. El Señor nos llama por nuestro nombre y quiere estar con nosotros. Él creó el cielo y la tierra y conoce también a cada creatura, a cada corazón. Él está en la Eucaristía, en el Sagrario y nos llama siempre. No se cansa de esperar. Nos toca a la puerta con la esperanza que le abramos. Nos llama susurrando al corazón. Nos llama sin importar lo egoístas y pecadores que somos. Nos llama porque nos ama. Él está ahí!! Nunca nos abandona, aun en los momentos en que nos sentimos solos, Él está con nosotros siempre. Su amor es fiel. El alma que escucha a Dios en su corazón y le sale al encuentro, ha encontrado su tesoro. Ha encontrado la solución a todos sus problemas. Ha encontrado lo único necesario. Ha encontrado la mejor parte.

Marta y María estaban tristes por la muerte de su hermano. No hay palabras que consuelen un corazón que sufre la pérdida de un ser querido. Las lágrimas se transforman en oración a Dios. Cristo al verlas llorar, se emocionó y les preguntó dónde habían puesto a Lázaro. Dios se conmueve ante nuestras necesidades. Las lágrimas de Jesús son verdaderas, sinceras, llenas de amor. Las lágrimas de Dios que llora por sus hijos son lágrimas de amor. Lágrimas de un corazón que es capaz de sentir lo que sentimos. Señor, Tú te conmueves frente a nuestros sufrimientos. Tú no eres indiferente a nuestros sufrimientos, a nuestras lágrimas. El amor es más fuerte que la muerte. Tú eres la Vida, la verdadera Vida. Ayúdanos a confiar en Ti en cada momento de nuestras vidas y a abandonarnos en tus manos. Que solo te busquemos a Ti, Señor. Todo lo que somos y tenemos es gracias a Ti. Tu palabra es espíritu y vida y solo Tú tienes palabras de vida eterna.

¡Despiértate Lázaro! Quiero sentir los latidos de tu corazón. ¡Vive Lázaro! La vida es plenitud y la plenitud de la vida está en Dios. Camina Lázaro, ya no eres un muerto. Dios te ha levantado y puesto otra vez el aliento de vida en tu ser. Vive Lázaro, no dejes que el tiempo te destruya. Salta los obstáculos; corre sin mirar hacia atrás; nada contra la corriente; abre los ojos y contempla las maravillas de Dios en la creación. Respira hondo y que nadie te impida ir al encuentro de Dios. Escucha la voz de Dios, la voz que te ha creado, la voz que te ha resucitado, la voz que te dice: criatura mía, ¡vive! ¡te amo! Quiero que existas, quiero que vivas!! Lucha contra los enemigos.

Abre los brazos y abraza la bondad de Dios en cada creatura. Utiliza tus manos para ayudar a los demás y hacer el bien. Recorre el camino de tu vida sin miedo de ser feliz y hacer felices a los demás. No te detengas con las cosas efímeras y superfluas de la vida. Concéntrate en lo único necesario: amar a Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo. No ahorres la bondad y la alegría. No niegues el bien que puedas hacer. No te encadenes en tus miedos. Dios es tu refugio, tu escudo, tu fortaleza. Acuérdate de tu herencia, herencia divina, herencia de hijo de Dios. Eres peregrino en este mundo. El cielo es nuestra meta, nuestra morada eterna. Habla Lázaro. Grita al mundo que Dios existe y nos ama!!

¡Levántate Lázaro! Levántate cada día y todos los días de tu vida. Levántate y nunca te desanimes por tus pecados, por tus caídas. Deja la luz de Dios brillar en ti, en tu corazón. Fuiste creado para brillar, no para esconderte en las tinieblas. Expulsa todo lo malo que pueda haber en ti. Sal del sepulcro de tus egoísmos y placeres para respirar el aire puro del amor y de Dios y disfrutar la luz de la vida. Siente el corazón del mundo latir. Siente el palpitar del corazón de Dios que es Amor. Rompe las barreras de las incertezas. Sonríe siempre y contagia el mundo con el entusiasmo de vivir en Dios, para Dios, con Dios. Transforma corazones con tu alegría de vivir. Cicatriza las heridas del pasado con el bálsamo de la misericordia, del perdón de Dios. Construye tu vida y ayuda a otras personas a construir la vida en la roca del amor de Dios. Comunica a los demás el fruto y la experiencia del amor de Dios. Perdona y aprende a pedir perdón. No hay límites para el amor y la vida no permite rencores, ni odios, ni envidias. Dios es Amor y quiere que seamos libres. El que no sabe perdonar es esclavo del  pecado. Estás hecho para vivir, para amar, para ser feliz. Acuérdate quien eres y no olvides nunca que has sido creado a imagen y semejanza de Dios.

¡Despiértate corazón! No dejes de latir. La vida que debemos vivir y anhelar es la vida eterna. Esta vida es breve frente a la infinidad de días que nos esperan junto a Dios. ¡Despiértate cristiano! ¡Cristo es la Vida! No permitas que te separen de Cristo. Sé auténtico, sé valiente, sé lo que tienes que ser. Sé este bálsamo del amor de Dios para los demás.

Cristo frente al sepulcro de Lázaro nos enseña a agradecer al Padre y nos da la certeza de que el Padre siempre nos escucha. Es muy importante saber agradecer a Dios todo lo que recibimos y agradecerle con el corazón. Una persona feliz es una persona agradecida porque sabe ver todo como un regalo de Dios. Muy importante y esencial es saber que Dios siempre nos escucha. La relación de amistad con Dios es clave para la oración. La resurrección de Lázaro nos enseña lo que hace Dios en nuestra alma, en nuestro corazón con la oración. Señor, transforma nuestro corazón, danos un corazón lleno de fe, esperanza y amor. Enséñanos a creer en Ti, Señor!! Betania nos enseña cómo y qué significa creer en Dios:

Creer significa ver todo con los ojos y el corazón de Dios. ¿Cómo vio Cristo la muerte de Lázaro? ¿Cómo vio Cristo el sufrimiento de Marta y María? ¿Cómo ve Cristo a cada uno de nosotros? Creer significa confiar que Dios nos escucha y nos va a ayudar. Dios conoce y sabe todo lo que necesitamos. Él es el Amigo que nunca falla!! Creer es dejar todo y escoger lo único necesario. Es escoger la mejor parte, que es estar con Cristo, escuchar su voz. Creer es ir al encuentro de Dios aunque no tengamos fuerzas. Cuando damos un paso hacia Dios, Él da mil pasos hacia nosotros. Creer es saber que Dios escucha nuestra oración y no es indiferente a nuestras súplicas, a nuestras necesidades. Creer es hacer la experiencia de que Cristo es la resurrección y la vida y solo Él tiene palabra de vida eterna. Creer es escuchar a Dios que nos llama, que toca nuestro corazón y que quiere estar con nosotros. Creer es ver las lágrimas de Jesús que sufre con nosotros y nos acompaña cada momento de nuestras vidas. Creer es reconocer que Cristo es el Hijo de Dios y que nada es imposible para Él. Creer es tocar el corazón de Dios y mover la montaña de nuestro egoísmo haciendo la experiencia de su Amor. Creer es decir «sí» a Dios aunque muchas cosas las vemos como contradictorias y difíciles de entender. Creer es dejar que Dios actúe en nuestras vidas. Es vivir la vida de gracia y ser una fragancia del amor de Cristo para los demás. La fe no es cerrar los ojos para no ver la realidad, sino, un abrir los ojos del corazón para afrontar la realidad confiando en la Providencia de Dios.

«María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume» (Jn 12,3). Este pasaje sobre Betania nos enseña otra actitud para orar con el corazón. Muchas veces nos acercamos a Dios para suplicarle, contarle nuestros problemas, quejarnos, pedirle cosas…pero pocas veces nos acercamos a Él para adorarle y agradecerle con todo nuestro corazón. A veces pensamos que la oración es como las matemáticas: 2+2= 4. O que recitando alguna oración vamos inmediatamente a recibir lo que queremos. La oración es mucho más que esto. Es cierto que tenemos que pedir y suplicarle a Dios siempre, pues sin Él no somos nada ni podemos nada. Pero Dios en la oración mira nuestro corazón y de nada serviría rezar solo con la intención de obtener «solo» lo que queremos. La oración exige amor y la lógica del amor no permite egoísmos, intereses. La medida del amor es amar sin medidas. Una persona que ama no mide su amor a la persona amada. El amor busca agradar, hacer feliz, buscar el bien de la persona amada. Si la oración exige amor, ¿cómo es entonces nuestro amor a Dios? Señor, enséñanos a rezar con el corazón. Enséñanos a disfrutar nuestros momentos de oración. María, con la única intención de alabarte, agradarte, agradecerte, ungió tus pies con un perfume de nardo carísimo. Judas viendo este gesto, lo vio como un desperdicio, que se podría haber aprovechado para venderlo y ayudar a los pobres. ¿Cuántas veces pensamos lo mismo que Judas? Judas no es que se preocupaba con los pobres, no. Se preocupaba por sí mismo, por su bienestar, por los bienes materiales.

La única manera de corresponder al amor es amando. María amaba al Señor y no le importó lo caro que era el perfume, sino ante todo quería agradar al Señor. ¡No es un desperdicio! ¡Es un puro acto de amor a Dios! ¡No es una pérdida de tiempo hacer las cosas para el Señor! Al contrario, es nuestra mejor inversión en esta vida. Que todo lo que hagamos lo hagamos por Él, para Él. Dios sabe retribuir de la manera que más necesitamos.

Una persona en gracia impregna su entorno de la fragancia del amor de Dios. Vivir en gracia es vivir con Dios en el corazón y hacer todas las cosas por Él, para su gloria, para que Él reine en nuestros corazones. La gracia es la unción con que el Espíritu Santo mueve a cada persona a alabar a Dios, a buscar momentos para estar con Dios, a dedicar lo mejor a Dios, a escoger la mejor parte. Esta fragancia impregna todos los actos de una persona que vive en gracia de Dios. La fuerza del Espíritu Santo hace que el corazón de la persona en gracia solo busque el bien, sólo busque la gloria de Dios. Señor, sabemos que Tú nos amas y que no has escatimado nada para demostrar tu amor por nosotros. Enséñanos a vivir la gratuidad del amor y en todo momento amar, hacer el bien, ser felices. Enséñanos a vivir la vida con esta fragancia de tu Amor que no pasa desapercibido. Señor, que tu gracia, que tu misericordia y amor infinitos permanezcan siempre en nuestros corazones y nuestras vidas.

La gracia de Dios es vida. Este perfume transforma el ambiente, cambia los corazones, rejuvenece y fortalece nuestra alma. Es la savia pura que nos une a la vid verdadera que es Cristo. Somos sus ramos y solo tenemos vida si estamos unidos a Él. Esta fragancia de nardo puro impregna nuestra sociedad, nuestro entorno. A veces nos quejamos por la situación del mundo y nos olvidamos de ser el buen olor de Dios en medio de la suciedad del mundo. La fragancia del amor de Dios se comparte porque el amor es difusivo, necesita ser compartido. Basta creer y actuar con un corazón puro de amor a Dios y a los demás.

Espero que esta experiencia en Betania te haya ayudado a ver un poco de la belleza de la oración, de la unión con Dios. Te invito ahora a aprender del grandísimo ejemplo de la ³llena de gracia²: María Santísima. Ella es esta flor del jardín de Dios que desprende, difunde, desborda la fragancia del amor de Dios a todos. Es la flor más bella, la que nunca se marchita. Es la llena de gracia, la llena del Espíritu Santo. Ella que conservaba y meditaba todas las cosas en su corazón, nos enseña que la fe, la esperanza y el amor son los fundamentos principales de nuestras vidas. Que María Santísima nos ayude a difundir la fragancia del amor de Dios en este mundo sediento y hambriento de Dios. María, llena de gracia: ruega por nosotros.


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