Ejercicios de relajación para prepararse a la meditación

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Ejercicios de relajación para prepararse a la meditación

Hay quienes ven con sospecha el uso de técnicas de relajación para prepararse a la meditación, o que en la oración se usen posturas y gestos corporales. Hay también quienes confunden relajación física y mental con meditación cristiana. Se equivoca quien confunde oración con relajación; también se equivoca quien cree orar limitándose a escrutar la doctrina católica con la inteligencia. Ni sólo relajación, ni sólo sentimiento, ni sólo imaginación, ni sólo reflexión…

Unidad de cuerpo y alma

Dios creó al hombre como unidad de cuerpo y alma. El ser humano es un ser material con un cuerpo y un ser espiritual abierto a la trascendencia. La unión de cuerpo y alma en el hombre constituye una sola naturaleza. La persona humana es un todo complejo y obra como tal: cuerpo, sentidos exteriores (vista, oído, tacto, olfato, gusto), sentidos interiores (imaginación, memoria, sentido común), sentimientos, afectos, inteligencia, voluntad…

Las facultades superiores de la inteligencia y la voluntad están vinculadas con el cuerpo y la sensibilidad. Basta ver lo que nos sucede cuando tenemos un fuerte dolor de muelas…

El cuerpo en la meditación y la liturgia

El hombre no puede prescindir de su cuerpo, no debe hacerlo, ni siquiera cuando se dirige a Dios. Cuando el hombre ora lo hace como lo que es, como persona humana, con cuerpo y espíritu. Cito dos números del Catecismo que hablan de este tema:

2702 Esta necesidad de asociar los sentidos a la oración interior responde a una exigencia de nuestra naturaleza humana. Somos cuerpo y espíritu, y experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos. Es necesario rezar con todo nuestro ser para dar a nuestra súplica todo el poder posible.

2703 Esta necesidad responde también a una exigencia divina. Dios busca adoradores en espíritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que brota viva desde las profundidades del alma. También reclama una expresión exterior que asocia el cuerpo a la oración interior, porque esta expresión corporal es signo del homenaje perfecto al que Dios tiene derecho.

El Card. Ratzinger, en el documento «Orationis Formas» nos dice: “La experiencia humana demuestra que la posición y la actitud del cuerpo no dejan de tener influencia sobre el recogimiento y la disposición del espíritu”. (OF 26) La liturgia de la Iglesia es maestra en la inclusión de gestos corporales como parte de la oración. En la celebración de los sacramentos los signos ocupan un lugar primordial. Dios toma la iniciativa y obtiene la respuesta de fe del creyente por medio de un signo, que es a un tiempo gesto y acción: tomar un baño de agua, comer y beber en comunidad, ungir la frente con aceite, imponer las manos… Para la vivencia de cada uno de ellos adquieren relevancia simbólica también gestos y objetos, como pueden ser las posturas que reflejan la actitud interior, el cirio pascual que representa la luz de Cristo, los anillos en el matrimonio como expresión de la alianza que se establece. Asimismo en la liturgia de las horas se entretejen elementos auditivos, sensibles y visuales como son el canto, la palabra, el tiempo y la luz.

Métodos orientales y meditación cristiana

 En las últimas décadas, se han difundido mucho la práctica del yoga y otros métodos orientales, que proponen la búsqueda de la calma interior y el equilibrio psíquico (cf. OF2). Tristemente muchas personas se han quedado allí, en simple relajación y calma interior. La meditación cristiana, sin embargo, es un encuentro de dos libertades: la de Dios y la del hombre; no es un perderse en el absoluto impersonal, sino un encuentro interpersonal, un diálogo entre el hombre y Dios.

La oración cristiana es siempre auténticamente personal individual y al mismo tiempo comunitaria; rehúye técnicas impersonales o centradas en el yo, capaces de producir automatismos en los cuales, quien la realiza, queda prisionero de un espiritualismo intimista, incapaz de una apertura libre al Dios trascendente. En la Iglesia, la búsqueda legítima de nuevos métodos de meditación deberá siempre tener presente que el encuentro de dos libertades, la infinita de Dios con la finita del hombre, es esencial para una oración auténticamente cristiana. (OF 3)

Ejercicios de relajación para prepararse a la meditación

No hay ningún problema en relajarse para hacer la meditación, ni en valorar las posturas corporales, al contrario; pero no podría considerarse meditación cristiana quedarse sólo en eso. Yo suelo recomendar algunas técnicas sencillas de relajación y concentración para prepararse para la meditación. Refiero brevemente algunas de ellas:

Postura

Sentarse con la espalda y el cuello rectos, juntar los pies y apoyarlos sobre el piso. Cerrar los ojos. Una postura respetuosa, cómoda y atenta a la vez. Repasar el cuerpo de arriba a abajo y quitar toda tensión: de la frente, los ojos, la mandíbula, el cuello, los hombros, los brazos y las manos, el abdomen, la espalda, las piernas, los pies….

Respiración

Respirar hondo, de forma pausada, usando el mismo tiempo para inhalar, retener y expirar. Hacerlo unas diez veces. La oxigenación relaja el cuerpo y la mente.

Oído

Los sentidos andan normalmente dispersos, buscando o recibiendo cantidad de estímulos. En la meditación también hay que recoger los sentidos, como se recogen las hojas secas en el jardín, y hacerlo de tal manera que ese ejercicio contribuya a focalizar toda la persona en lo que se va a hacer en la oración. Para ello puede ayudar lo siguiente: cerrar los ojos y centrar la atención del oído en el sonido más lejano que logres percibir, luego dejarlo atrás y centrarte en un sonido más cercano, luego uno más cercano, y otro más cercano, hasta escuchar sólo la propia respiración y el latido del corazón, prescindiendo de todo lo demás. Puedes imaginarte que es como los círculos concéntricos que se forman al tirar un guijarro en aguas tranquilas, pero el movimiento de las ondas va de afuera hacia el centro.
Entonces puedes evocar pasajes de la Escritura que hablan del aliento: cuando Dios sopló sobre Adán y le infundió vida (Gn 2,7), cuando Elías encontró a Dios en el sonido del silencio (1 Re 19, 12-13), cuando Cristo Resucitado sopló sobre los apóstoles y les dijo: «Recibid al Espíritu Santo» (Jn 20,22).  

Ya con el cuerpo y la mente relajados, en silencio y quietud, estás preparado para comenzar la meditación.


Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)

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