Divino Resucitado,
tú que, después de expiar el pecado con tus sufrimientos,
venciste a la muerte con tu triunfo;
tú, que glorioso desde este día, vives tan sólo para tu Padre:
ven a mí y opera la destrucción del pecado y de mis infidelidades,
ven a mí y acrecienta el desapego de todo lo que no seas tú,
ven, hazme partícipe de la superabundancia de vida que desbordante se derrama de tu santa humanidad;
así cantaré contigo un himno de acción de gracias a tu Padre
que te ha coronado como nuestro Jefe y nuestra Cabeza en ese día de gloria y de honor.
Amén.