¡Que Dios me haga la gracia de vivir y de hacer vivir para Él según toda la extensión de las obligaciones y de las posibilidades de mi vocación! Digo bien “de mi vocación”, porque conforme a ella es como debo glorificar a Dios, en mí y alrededor de mí. Toda vocación tiene una responsabilidad, y esta responsabilidad debe efectuarse y cumplirse para honra de Dios. Nadie se da a sí mismo su vocación; Dios es quien traza a cada uno, al criarle, el programa de su vida. Por Él y para Él tengo mi vocación. Debo, pues, no solamente dilatar su gloria en mí, por el pleno crecimiento espiritual de mi ser en la piedad, sino dilatarla también alrededor de mí, en el radio de influencia que plugo a la Bondad infinita asignar a mi destino. ¡Dios mío! Concededme, por la gloria de vuestro nombre, que crezca bastante para que sea capaz de llenar toda mi vocación; dadme la plenitud del sacrificio por vuestros intereses y por vuestro servicio. (José Tissot, La vida interior)