Oración al Espíritu Santo y consagración mariana

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Uno de los lugares donde más puedo palpar la acción del Espíritu Santo es en las personas que tengo la gracia de acompañar en su vida espiritual. Una de ellas me compartió esta consagración mariana que todos nos podemos apropiar:

Consagración Mariana

María, en este día quiero estar junto a ti al pie de la cruz. Quiero escuchar contigo las palabras de tu Hijo: «Mujer, he aquí a tu hijo»; «Hijo, he aquí a tu Madre» (Jn 19, 26-27). Quiero que se verifiquen en mí los designios de tu Hijo y acogerte en mi casa, en mi alma. Eres mi Madre.

Padre, Tú bien sabes la gran necesidad que tengo de María. Tú no privaste a tu Hijo de una Madre, de su cariño, de su ternura, de su guía y consuelo. Enséñame a acudir siempre a Ella, a creer en su presencia, en su cariño, en su cuidado. ¡Que yo nunca me aleje! ¡Que viva siempre bajo su manto!

Espíritu Santo: Tú cubriste a María con tu sombra y concibió a Jesús. Que ella, bajo tu guía, también vaya configurándome a mí como a otro Cristo. Me someto totalmente a su acción en mi alma para que Ella vaya haciendo todo según tus designios en mí.

Madre, yo me entrego a Ti, te cedo todos los derechos sobre mí, sobre mi presente, mi pasado y mi futuro; sobre todas mis acciones, mis pensamientos, mis oraciones y méritos. Qué paz y alegría me da el que estén en Ti. También todos mis seres queridos, a los que tanto quiero y a todos mis hijos: las almas que tu Hijo ha querido encomendarme.

Jesucristo, a ti te pido la gracia de que me asemeje lo más posible a María. Que cuando ame, cuando acompañe, cuando escuche, cuando mire, cuando hable, las personas sientan la presencia cercana de María. Que sus manos maternales abracen, sanen, consuelen a través de las mías. Que sea sus gestos, sus palabras, su bondad y ternura para todo aquél que necesite su amor maternal. Todo para tu mayor Gloria, para contigo llevar a los hombres a la Casa del Padre.

Madre, sabes que lo que más deseo es tu intimidad, vivir contigo, llegar un día a ti y poder ocultarme en tu regazo. En este día en que me consagro nuevamente a ti, te suplico que me lleves a ser misericordioso como el Padre, desde el Corazón del Hijo y bajo la guía del Espíritu Santo.