Espíritu Santo, a veces me siento débil, ven en mi ayuda (cf. Sal 35, 2). Cuando quiero hacer felices a las personas que más quiero, cuando no alcanzo las metas que me propuse, cuando los retos y las dificultades me superan, me siento débil, muy débil. Esta profunda pobreza me hace bien porque me ubica. Mi verdad es que no puedo solo y contigo todo lo puedo. No permitas que me desaliente, que nunca pierda la esperanza, antes bien, que me llene de confianza y optimismo al saber que cuento contigo.