“Jesús les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (Lc 15, 3-7).
Comentario
Estamos en el corazón del Evangelio de Lucas, en una de las tres parábolas sobre la misericordia divina. En esta se nos muestra la decisión de Dios de buscar al hombre, razón por la que el hombre busca a Dios. Pues no lo buscaríamos si Él no nos hubiera encontrado. Desde el principio, la Biblia revela que Dios quiere buscar al hombre, y en la Encarnación se consuma el misterio del encuentro definitivo y amoroso del hombre con Dios, al hacerse Él mismo hombre. Celebrar el Corazón de Jesús, es celebrar la Humanidad de Cristo quien, con un corazón de carne, misericordioso, no soporta el extravío y la pérdida de la oveja, y por amor no cesa de buscarla hasta que la encuentra.
El Corazón
El papa San Juan Pablo II, en su primera encíclica, escribió: “El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido en cierto modo con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado». ¡Él, el Redentor del hombre!” (RH 8) En el corazón se concentra simbólicamente el amor. Jesús dijo de sí mismo: “Yo soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Para siempre el Resucitado se deja conocer por la herida de su costado abierto. Nadie podrá decir que no es amado suyo.
Propuesta
Vive en tu carne la experiencia del amor de Jesús.
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