La llamada – III Domingo del Tiempo Ordinario

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Ofrecimiento del trabajo

(Isaías 8, 23b-9, 3; Sal 26; 1 Corintios 1, 10-13. 17; Mateo 4, 12-23). Estamos en los primeros domingos del Tiempo Ordinario, tenemos ante nosotros el año apenas estrenado, y la Palabra de Dios nos propone el pasaje evangélico de la llamada de los primeros discípulos, y su actitud inmediata de seguir a Jesús, dejando redes, casa, familia…

Puede parecer una escena irreal, porque es difícil comprender que de una forma tan inmediata alguien pueda decidir una opción totalmente radical. Debemos interpretar que el texto evangélico compendia el relato. Seguro que los pescadores de Galilea ya habrían tenido noticias de Jesús de Nazaret, y que la opción de seguirlo no es posible sin sentir históricamente la llamada.

De una u otra manera, en el discernimiento vocacional para las distintas formas de vida cristiana, debe haberse registrado un sentimiento de llamada, con la concurrencia de circunstancias objetivadoras que ayuden a comprender la opción de vida como una obediencia y no como una decisión inventada.

Sólo cuando se ha registrado el paso del Señor por nuestras vidas cabe arriesgarse en el seguimiento evangélico, porque de lo contrario, sería difícil superar una posible crisis vocacional si no se encuentra razón trascendente por la que ser fiel. Esto vale para la vida consagrada y para la vida matrimonial.

El relato se hace eco de una profecía sobre el territorio en el que Jesús ejerce su misión. Este dato de fijar la vocación en un lugar concreto también es importante, porque a la hora de recordar la llamada es luminoso poder fijarla en tiempo y lugar, como les sucedió los discípulos de Juan el Bautista, cuando se encontraron por primera vez con Jesús, se dieron cuenta que era la hora décima, hacia las cuatro de la tarde.

He leído una expresión que resume muy bien el sentido de nuestra vida: “Soy amado y llamado, por eso existo” (José A. García). Si esto es principio y fundamento, que diría san Ignacio de Loyola, también sirve a la hora de cimentar la propia vocación.

¿A qué te sientes llamado? ¿Cuándo y dónde percibiste el paso del Señor por tu vida? ¿Tu modo de vida responde a una obediencia, o es un proyecto independiente, que tú te has impuesto?


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente. (Consulta aquí su página web)
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