«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse (Lc 15, 4-7).
Comentario
Este domingo se proclaman, dentro de las parábolas de la misericordia, las de “La oveja perdida” y del Buen Pastor; las de “la dracma perdida”, y la mujer nerviosa hasta que la encuentra; y del “hijo perdido” y el padre entrañable. Se puede decir que son el corazón del Evangelio de Lucas, en el que se proyecta Jesús de manera especial, como revelación del amor de su Padre, manifestado en la enseñanza del Nazareno. Nadie queda fuera del ofrecimiento de la misericordia. Jesús en las parábolas personaliza el amor de amistad, el amor esponsal, y el amor entrañable.
La Misericordia
Con motivo del último encuentro de los misioneros de la misericordia con el Papa Francisco, se nos ofreció una conferencia del cardenal Cantalamessa, quien desarrolló una meditación sobre la justicia divina, y más allá de una interpretación rigorista, nos encontramos con la interpretación de la justicia de Dios, que no es otra que la misericordia.
“Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No seré pobre en méritos, mientras Él no lo sea en misericordia. Y, porque la misericordia del Señor es mucha, muchos son también mis méritos. Y, aunque tengo conciencia de mis muchos pecados, si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y, si la misericordia del Señor dura siempre, yo también cantaré eternamente las misericordias del Señor” (San Bernardo).
Propuesta
¿Qué puede más en ti, el peso de la conciencia o la confianza en la misericordia?
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