Texto Evangélico
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó (Jn 20, 1-8).
Comentario
La tradición joannea, al igual que los tres evangelios sinópticos, resaltan el protagonismo de las mujeres a la hora de anunciar la noticia del sepulcro vacío y la resurrección de Jesús. El Cuarto Evangelio destaca a María Magdalena, quien va a asumir la actitud de los que aman, la prontitud, como lo hizo especialmente el discípulo a quien Jesús amaba. Ella tiene el título de “apóstol de los apóstoles” y se celebra, con rango de fiesta, el día 22 de julio. Sorprende el efecto solar que se da en la basílica de Santa María Magdalena en Vezélay los solsticios de verano o de invierno. Se ha diseñado de tal manera que en estos días la luz es tan precisa como espectacular. El sol brilla como un foco de teatro en un fenómeno absolutamente único en el mundo, e ilumina la vía sacra interior de toda la basílica.
Imagen: Pedro y el Discípulo Amado
A pesar de que todos los Evangelios resaltan el protagonismo de las mujeres, para afianzar la noticia de Cristo resucitado, los textos incorporan el testimonio de los Apóstoles, en el caso de san Lucas, los dos discípulos de Emaús (Lc 24); en el caso de Juan, Pedro y el discípulo amado.
Echar a correr
Normalmente se valora la calma, la serenidad, el autocontrol, el ritmo sosegado, consciente y atento. Sin embargo, el relato evangélico pone por tres veces el verbo τρέχω, correr, acción que encontramos en el leproso que corre hacia Jesús: “Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él” (Mc 5, 6). Como el padre del hijo prodigo: “Su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos” (Lc 15, 20). Este día es jornada de anunciar, de no parar de decir: “Cristo ha resucitado”.
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