Domingo de la Santísima Trinidad

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Domingo de la Santísima Trinidad

Si hay una ocasión en la que interviene la Santísima Trinidad de manera explícita es el momento de la Encarnación del Verbo en las entrañas de la Virgen Nazarena.

He tenido la suerte de poder acercarme a contemplar la exposición temporal del Museo del Prado sobre Fray Angélico, en la que se mostraba el cuadro de la Anunciación, recién restaurado, como obra central.

En él se puede observar la acción del Padre, que envía al Espíritu Santo para que encarne al Verbo en el seno de María. El campo pictórico se puede dividir en cuatro medidas, ocupando un cuarto el Jardín del Paraíso, y tres cuartos el espacio doméstico donde el Ángel, en actitud reverente, acaba de anunciarle a la Virgen Nazarena la voluntad de Dios de hacerla madre suya.

El pie del Ángel, que toca el espacio del jardín primero, se vuelve enteramente en dirección de la estancia donde María, sobrecogida, acoge la acción del Espíritu Santo, representado en forma de paloma, en el haz de luz que viene de lo alto, de la boca de Dios. Si interpretamos la obra desde el saludo del Ángel, “La fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”, cabe descubrir que lo que el personaje celeste le dice a María es que Dios desea encontrar en ella el nuevo jardín donde volver a crear al Hombre, a la vez que le asegura que ella tendrá en Dios su jardín, su defensa y protección.

Si lo que acontece en Nazaret es una acción única, histórica, de la que nos viene la salvación, por las proporciones del primer espacio, comparándolo con el resto, se puede interpretar que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5,20). También cabe personalizar la escena y sentir de manera sobrecogedora, como lo hace la Virgen, las palabras de Jesús: “El que me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y yo también lo amaré, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14, 23).

Somos portadores de Dios, teóforos, templos del Espíritu Santo, sacramentos de de Jesucristo, luz del mundo, reflejo de quien es La Luz.

Hoy nos unimos a los contemplativos, y pedimos porque su presencia en la Iglesia sea testimonio del misterio Trinitario.

 


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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