Cuando Dios se acerca demasiado

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Cuando Dios se acerca demasiado

Una de las peores experiencias humanas es sentirse rechazado. Un chico puede sentir el rechazo de la niña que le gusta. Un ejecutivo o un trabajador puede sentir el rechazo de sus compañeros. Un alumno puede sentir el rechazo de su grupo. Una persona con alguna deformidad puede sentir el rechazo de la sociedad.

Y duele el corazón. Todo rechazo hace sufrir. Y no digamos cuando el rechazo viene de un amigo, o de un hermano, o de un hijo. Dicen que el amor hace soportable cualquier dolor; y es verdad. Sólo que el rechazo provoca un dolor que crece con el amor.

La Eucaristía y el rechazo de Jesús

Entre todos los sufrimientos que Jesús padeció por nosotros quizá uno de los más fuertes fue el rechazo de sus discípulos. Es curioso que esto haya ocurrido en el contexto de la revelación de la Eucaristía. La Eucaristía es el mayor acercamiento de Dios al hombre. Hasta el grado de que el hombre puede comer a Dios. Precisamente, cuando Cristo habla de darnos su Carne y su Sangre como verdadera comida y bebida, entonces recibe su primera crucifixión.

«Este modo de hablar es intolerable», dirán sus discípulos. Y «desde entonces –añade el evangelista–, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con Él».

«Discípulos», es decir, hombres y mujeres que habían quedado fascinados en otro momento por la sabiduría de sus palabras y el poder de sus milagros. «Discípulos», es decir, hombres y mujeres muy amados. Ahora le daban la espalda.

Quizá ofreciendo su Carne y su Sangre, Jesús «ofreció demasiado», y el ser humano siempre le ha tenido miedo al amor divino en demasía, a la «excesiva cercanía» de Dios.

El rechazo de Jesús hoy

También hoy, Jesús es rechazado. De hecho, con más frecuencia de lo que pensamos. Jesús es rechazado

• cuando se niega la existencia del Dios que Él nos vino a revelar;

• cuando no se toleran sus palabras ni sus mandamientos, que son «espíritu y vida»;

• cuando se considera inadmisible la enseñanza moral de la Iglesia;

• cuando se menosprecian los sacramentos o se reciben con aterradora superficialidad;

• cuando se abandona a Jesús Eucaristía en tantos sagrarios;

• cuando no se reconoce a Jesús en un mendigo.

Señor, ¿a quién iremos?

Afortunadamente, no todos rechazan a Jesús. Ante el rechazo de sus discípulos, Jesús se vuelve a sus apóstoles y les hace una pregunta crucial: ¿También ustedes quieren dejarme?

La respuesta de Pedro merece un monumento: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios». Además de inspirada, fue una respuesta valiente. De esas que «queman las barcas». Pedro reconoce que Jesús no sólo es Alguien a quien seguir; es Alguien a quien ir. Y una vez que se decide ir a Él, no le queda ya ningú n otro destino: «Señor, ¿a quién iremos?».

Los rechazos humanos tienen una función pedagógica. Si alguna vez te has sentido rechazado, quizá has tenido que buscar ya tu punto de apoyo en otro lado. Sólo Jesús es, en verdad, «espíritu y vida» no sólo para nuestra alma, también para nuestro corazón. Tarde o temprano llegarás a la conclusión de que sólo Jesús nunca defrauda. Por eso, si alguna vez te sientes solo, o desamparado, o rechazado, ahí está Jesús Eucaristía, el «rechazado», para comprenderte y consolarte.

María

Toda madre siente una pena muy honda cuando uno de sus hijos es rechazado. María habrá sufrido terriblemente cuando Jesús fue rechazado por sus discípulos. También sufre cuando nosotros somos rechazados. Sufre y acompaña.

Que Ella nos dé la fortaleza para soportar cualquier rechazo y la sabiduría para acudir a Jesús, el único que puede alentarnos con sus «palabras de vida».

La Palabra de Dios debe ser la materia fundamental de nuestros diálogos con Dios en la oración personal. Ojalá que este comentario a la liturgia dominical te sirva para la meditación durante la semana.


Agradecemos esta aportación al P. Alejandro Ortega, L.C. (consulta aquí su página web)

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