Cristo Rey

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XXXIV Domingo del T.O. “B”. CRISTO REY
(Daniel 7, 13-14; Sal 92; Ap 1, 54-8; Juan 18, 33b-37)

Ciertas expresiones sociales y familiares se comprenden según la cultura de cada tiempo. En una hora en la que se diluye la figura del padre, e incluso desaparece el padre reconocido, hay quien siente dificultad en comprender a Dios como Padre si la referencia biológica y familiar está tan afectada por la ausencia paternal.

Si invocar la paternidad de Dios puede resultar contracultural, ¡qué no diremos de las expresiones acerca de Jesucristo, que nos ofrecen las lecturas de hoy, cuando se nos presenta con poder, dominio, señorío, en majestad, como príncipe y como rey!

Podría parecer que el lenguaje bíblico es en verdad contracultural y que choca con la sensibilidad social de este momento. Y, sin embargo, no cabe subterfugio. Jesús invoca a Dios como Padre, y nos enseña a orar como hijos de Dios. Pilato pregunta directamente a Jesús sobre su identidad real, y Jesús le contesta: –«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

Contemplando atentamente las lecturas, no solo se nos revela la identidad real de Jesucristo, sino también la nuestra: “Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre.” Somos de estirpe real, y se nos ha convertido en hijos de Dios.

Nuestra naturaleza reclama la dimensión vertical, conocer nuestro propio origen. Es un derecho de toda persona, y cuando no encuentra ese origen,  siente una orfandad dramática. La antropología cristiana nos inserta en las manos de un Creador, que es Padre y Madre, con amor entrañable, quien se nos ha revelado en su Hijo Jesucristo por quien todo ha sido creado. Él es el principio y el fin de todo, el alfa y la omega de la historia.

Lo podremos reconocer o no, pero “al nombre de Jesús toda rodilla se dobla en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclama: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”.

No tengamos pudor en llamar a Jesucristo nuestro Rey, porque su modo de presidirnos es echándose a nuestros pies para enseñarnos la paradoja del Evangelio: “El que quiera ser primero que sea el último; el que quiera ser Señor, que sea vuestro servidor”. El Maestro se autopresenta de forma realmente contracultural, pues nunca se ha visto que el Señor sea quien lave los pies al siervo.

Quienes han creído en Jesucristo han deseado seguir sus pasos, y son ejemplo de humildad, sencillez, servicialidad, frente a quienes hacen estribar su prestigio en la prepotencia, el orgullo, y el dominio despótico. San Ignacio de Loyola y Santa Teresa de Jesús no tienen pudor en contemplar a Jesucristo como Rey del universo. “Siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden ellos (los demonios) hacer a mí?” (Sta Teresa)

 


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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