“Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6, 48-51).
CONSIDERACIÓN
No es indiferente el uso del pronombre personal “yo”. En la frase “Yo soy”, en contexto bíblico resuena la voz que Moisés escuchó en la zarza ardiente, cuando Dios le comunicó su nombre: “Yo soy”. Al pronunciar estas palabras, Jesús revela su divinidad.
Israel guarda memoria del sustento que le mantuvo a lo largo de la travesía del desierto, el maná bajado del cielo. Jesús toma esa referencia para presentarse como el verdadero maná, el alimento necesario para la travesía de la existencia. Y no como mera subsistencia física, sino como provisión para el creyente. La Eucaristía es el sacramento de nuestra fe.
Participar en la mesa del Señor significa comunión con Él y con la Iglesia, es la forma más solemne de significar la pertenencia al Cuerpo de Cristo. Comulgar exige disposición interior de creer en el sacramento y de acercarse a él con limpio corazón. No podemos manipular el Misterio. Dice san Agustín que recibimos el Cuerpo de Cristo en la medida en que lo somos. Comulgar sin fe y sin las debidas condiciones es un contratestimonio. “En este sacramento está Cristo, porque es el Cuerpo de Cristo. No es, por tanto, un alimento material, sino espiritual” (San Ambrosio).
PROPUESTA
¿Crees en la Eucaristía? ¿Participas en ella? ¿Adoras el Sacramento?
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web) El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet y redes sociales, siempre y cuando se cite su autor y fuente original: www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.