Frases sobre el desprendimiento de sí mismo

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La oración: encuentro de dos libertades

[Después de desprenderse del pecado] ¿qué le queda por hacer? ¿Qué grado puede subir todavía? –Le queda esa satisfacción humana que ha olvidado y hacia la cual se había hecho ya indiferente. La ha sacrificado ya cuantas veces veía que este sacrificio era del agrado divino, pero queda en ella bastante todavía: son los últimos vestigios de las adherencias que retardan y ponen trabas a su vuelo. El alma quiere ahora acabar el holocausto, despegar, quemar, consumirlo todo, por un supremo deseo y verdaderas ansias de inmolación, desprendimiento y renuncia de lo criado y de unión a Dios solo. Lo que caracteriza este estado es el ansia de inmolación, el hambre de sufrimientos, la sed de sacrificios, la pasión por las cruces. O sufrir o morir es el ansia de Santa Teresa de Jesús; no morir sino sufrir es el grito, más asombroso todavía, de Santa María Magdalena de Pazzis. El alma no quiere ya dejar que subsista en ella nada de lo criado, nada de apego a las criaturas, nada de apego a sí misma: “¡Dios solo!… ¡Dios solo!…”.

José Tissot «La vida interior»

La mayor parte de los hombres, como el joven del Evangelio, vuelven tristemente las espaldas al escuchar la enseñanza de Jesús. ¡Se apegan tanto al pobre corazón las cosas terrenas! ¡Tan hondamente arraigada se lleva en el alma la engañosa idea de que los bienes efímeros contribuyen a la felicidad! Y no saben que al apartarse de Jesús se apartan de la dicha, que al cerrar sus oídos a las palabras de vida, cierran las puertas de su alma a la felicidad que ansían. El desprendimiento es ya una felicidad; quienes lo realizan sienten la dicha de ser libres, la felicidad de ser puros, la dicha incomparable de encontrar a Dios. Sin duda que las criaturas pueden llevar a Dios. ¿No hacía escala para subir a los cielos del perfume de las flores, del cantar de las aves, del murmullo misterioso de la hermana agua aquel divino artista que contempla la creación bajo el prisma mágico de su ardiente amor? ¿No sirvió de base la sabiduría humana al Águila de Aquino para levantar su vuelo a la sabiduría celestial? ¿No fueron los reinos terrenos los que condujeron al reino eterno a numerosos reyes santos? Mas para que las cosas nos sirvan de escalas para el cielo es preciso pasar por ellas sin detenerse; poner en ellas las plantas, pero no el corazón. La Iglesia pide a Dios en la oración de la Dominica XVII del tiempo ordinario: «que siendo Él nuestro director y nuestro guía, pasemos de tal suerte por los bienes temporales que no perdamos los eternos».

Mons. Luis María Martínez «El Espíritu Santo»

Después de la santa Confesión, hallándome en una contemplación dolorosa de mí misma, no tanto por las faltas acusadas como por las calladas sin quererlo o las no declaradas con suficiente claridad, me parecía que todos mis pecados habían permanecido en mi alma, de tal suerte que la sentía como si materialmente hubiera podido ser un puro pecado, y por un sentimiento de amor o estima hacia Dios en el Santísimo Sacramento, no me parecía o me costaba trabajo permitir que lo pusieran en un lugar tan indigno de su grandeza. No obstante, no dejé de comulgar como se me ha ordenado, y al recibir la sagrada Hostia, sentí inmediatamente una reprensión a mi corazón porque admitía el afecto, el estar ocupado por las creaturas, y buscar consuelo en ellas, y se me reprochó esto después de que tantas veces su bondad me había hecho desear no tenerlo más que en El, demostrándome que El lo quería así. Así lo resolví de nuevo pidiendo a Dios me pusiera en estado de hacerlo.

Santa Luisa de Marillac

El Señor entró en el templo y se puso a echar fuera a todos los que compraban y vendían, diciendo: Mi casa se llama casa de oración. Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos. ¿Cuál es ese templo convertido en cueva de bandidos? Es el alma y el cuerpo del hombre, que son más realmente el templo de Dios que todos los templos edificados. Cuando nuestro Señor quiere entrar en este último templo, lo encuentra cambiado en un escondite de bandidos y en un bazar de comerciantes. ¿Qué es un comerciante? Es el que da lo que tiene a su libre arbitrio a cambio de lo que no tiene. Es gente llena de su propia voluntad, gente que busca en todo su propio interés.

El hombre debe buscar a Dios en todo lo que hace; debe abandonar completamente las imágenes de las cosas y obrar de manera que su templo quede totalmente vacío. Una vez que el templo esté vacío, una vez que haya echado fuera toda la tropa de vendedores, las imaginaciones que le estorban, entonces podrá ser casa de Dios. Y así encontrará la paz y el gozo de su corazón, y ya nada le atormentará, nada de lo que ahora le inquieta, le deprime y le hace sufrir.

Juan Taulero

Nada para mí, nada según yo, nada por mí: todo para Dios, todo según Dios, todo por Dios. A medida que yo salgo de mí mismo, Dios entra en mí y me transforma en Él; a medida que me despojo de mí mismo, me revisto de Él; a medida que Él va siendo más para mí, todo en todas las cosas, yo voy siendo cada vez más nada en todo. Así, mi humildad crecerá en la misma proporción que los dones de Dios. Yo desaparezco para dejar lugar a Dios; es necesario que Él crezca y que yo mengüe, hasta el día en que, siendo completos el desprendimiento y la humildad, no teniendo ya nada mío en mí, siendo todo de Dios y para Dios, sea consumado con Él en esa feliz unidad que Jesucristo, en su oración, pidió para mí a su Padre, y que es el coronamiento de la humildad y el fin supremo de toda vida humana.

José Tissot «La vida interior»


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