Comentario a la Liturgia, IV Domingo de Adviento

1909
Comentario a la Liturgia, IV Domingo de Adviento

«… hasta el tiempo en que la madre dé a luz» (Mq 5, 1-4). «Restáuranos, que brille tu rostro y nos salve. Pastor de Israel, escucha, tú que te sientas sobre querubines, resplandece» (sal 79). «En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo» (Lc 1, 39-45). «Cristo entró en el mundo» (Hbr 10, 5).

Meditación

El tiempo nuevo amanece, el alba anuncia albricias, la madre está a punto de dar a luz a su hijo primogénito, el universo se extasía, Dios va a mostrar al mundo iluminado el rostro del ser humano. El Invisible aparece humano en el rostro de un niño pequeño. El brillo de los ojos del Hijo de María inundará de luz todo el universo.

En el corazón del creyente se presiente el gozo del Espíritu. La noche definitivamente pierde su fuerza, no avanza la oscuridad sobre la tierra. Un tiempo nuevo, un día eterno y un sol de lo alto, imperecedero, derriban todas las tinieblas.

Va a brotar la luz del mundo. Para siempre habrá un faro en el puerto de la vida que conduzca la navecilla a resguardo seguro. La Virgen María se convierte en estrella de la mañana que anuncia el lucero matutino, el Hijo de sus entrañas, a punto de entrar en nuestro mundo.

Abre tu puerta y tus ventanas para que entre la claridad a tus habitaciones más profundas y ceda toda ceguera, porque nos visita quien puede más que la noche, quien abre los ojos al ciego, quien es Luz de Luz.

Súplica

«Hágase en mi según tu palabra».

Actitudes

¿Te dispones a recibir la luz? ¿Sientes en tu interior la moción consoladora del acontecimiento de la Navidad?
¿Sabes que tú puedes convertirte en anunciador de la Luz por tu obras buenas?


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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