«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde (Jn 14, 23.26-27).
Comentario
El creyente, como todo ser humano, tiene en su interior la presencia invisible de quien lo ha creado, lo ha redimido, y lo santifica. La psicología hace posible descubrir el mundo interior de la persona. Quien acierta a entrar dentro de sí cabe que experimente sosiego, calma, serenidad. Esta constatación está llevando a muchas personas a practicar ejercicios de interioridad que reportan relajación, distensión, propio conocimiento, mayor atención y consciencia…
El creyente, además de poder percibir como todo ser humano la fuerza íntima que le habita, traspasa una puerta que tiene dentro, por la que penetra en lo más profundo de sí y se abre a una relación fascinante, pues no solo disfruta de los posibles efectos de un ejercicio de interioridad natural, sino que se percibe habitado, sostenido y amado.
Jesús resucitado nos revela el secreto que diferencia al creyente de quien no lo es, que consiste en el don de hacerse consciente de que no está solo. El creyente se abre al saludo más trascendente: “Paz a vosotros”. “Mi paz os doy”. No es la paz psicobiológica, fruto de una terapia, sino la acogida del ofrecimiento más restaurador de Quien ha vencido a la muerte.
Me ha ayudado la interpretación que hacen J. Pikaza y V. Haya de la palabra “Paz”. “Esta es la palabra clave, que se dice en griego “Eirene”, que significa “concordia”, “tranquilidad”, “equilibrio”. Pero es mucho más indicadora la palabra hebrea “Shalom”, que significa “prosperidad”, “felicidad”, “justicia”, “seguridad…” Y según el texto arameo, esta paz es ofrecida y deseada por Dios para todos los hijos de los hombres. En la Liturgia, la paz es saludo y bendición, abarca todo el misterio: “La paz esté con vosotros”. “Podéis ir en paz”, presencia de Cristo vivo que remece la historia.
Jesucristo nos dice: “Mi paz os dejo, mi paz os doy”. Y quienes se adentran en el hondón del alma, llegan a percibir el ósculo de paz que da el Creador a su criatura, por el que vivimos, pues en ese beso se nos trasfunde el espíritu de vida.
Como confiesa San Agustín, se debe buscar dentro de nosotros a Quien nos habita. Y Santa Teresa nos invita a entrar dentro del castillo, donde habita el Señor.
Cuestión
En tu posible ejercicio de interioridad, ¿te quedas en las capas superficiales de tu propio interior, o entras más adentro, donde reside y te habita el misterio de Dios
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)
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