En los otros pecados, el hombre se aleja de Dios, por ignorancia, por flaqueza o por el deseo de un bien cualquiera: Pero la soberbia le aparta de Dios únicamente porque no quiere someterse a Él ni a su Ley. Por eso —dice Boecio—, mientras todos los vicios huyen de Dios, sólo la soberbia le hace frente. De ahí las palabras de Santiago: Dios resiste a los soberbios (Salm 4). La aversión a Dios y a sus mandamientos, que en los otros pecados viene como consecuencia, está en la misma naturaleza de la soberbia, cuyo acto propio es el desprecio de Dios. Y como lo que subsiste por sí mismo es superior a lo que existe en virtud de otra cosa, de ello se sigue que la soberbia es por su naturaleza el más grave de todos los pecados, porque los supera a todos en aversión a Dios, que es lo que constituye su malicia formal. (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)