Según los grados de la caridad, marca Santo Tomás de Aquino las tres etapas de la perfección comparadas por el Sto. Doctor con las tres épocas de nuestra vida: la infancia, la adolescencia y la edad adulta. En la primera, los incipientes se esfuerzan sobre todo en purificarse del pecado y resistir a sus concupiscencias, porque en es esta primera vida la caridad necesita nutrirse; en la segunda, los proficientes tratan principalmente de que en ellos la caridad aumentando se robustezca, y en la última, el trabajo Espiritual consiste en que el alma se una a Dios y goce de Él; lo cual es propio de los perfectos que desean «ser desatados y estar con Cristo”. Al principio predominan las virtudes como principios de acción en la vida Espiritual; después, desarrollándose los dones del Espíritu Santo con el aumento de la caridad, llega a predominar su influjo sobre el influjo de las virtudes; y por este predominio se caracteriza conforme a una opinión muy autorizada, la etapa mística de la vida Espiritual, que suele iniciarse a los principios de la vida iluminativa o de los proficientes. En la última etapa de la vida Espiritual, cuando todas las virtudes han alcanzado su divina madurez y los dones han llegado a culminar según los designios de Dios sobre las almas, las bienaventuranzas del Evangelio se realizan plenamente en el justo en quien todo es paz y armonía, en quien las facultades todas puras y transfiguradas vibran como las cuerdas de una lira bajo los impulsos del Espíritu Santo produciendo un cántico nuevo a la gloria de Dios. (El Espíritu Santo)