INSTRUCCIÓN XXX. TRES ASPECTOS DE LA EUCARISTÍA
Necesitamos considerar bien tres cosas en este santo sacrificio; las tres son una gran verdad. Estoy cierta, sin que me quepa la menor duda, de que el alma que vea la verdad de estas tres cosas, al considerar cómo ha sido amada, no podrá menos de sentirse súbitamente inflamada en amor.
Necesita el alma adentrarse en Dios-hombre y mirar lo que Dios ha dispuesto en este santo sacrificio. Considere también en este inefable amor cómo Dios-hombre inventó la manera de quedarse con nosotros. Por eso, dispuso este santo sacrificio; no sólo como recuerdo de su muerte, que es nuestra salvación. Lo inventó también para quedarse íntegramente su persona con nosotros para siempre. Quien quiera penetrar en esta profundidad habrá de tener buenos ojos.
Ahora comienzo a hablar de tres cosas que debemos ver, es decir, de la doble dimensión que tiene Dios-hombre y cómo el alma entra a ver los dos aspectos. Uno es aquel inefable amor que nos tenía; cómo se nos entrega por completo y con amor entrañable para siempre. El otro aspecto es ver el inefable dolor que por nosotros sentía en el retorno, es decir, cuando iba a ausentarse de nosotros por muerte tan, dolorosa, y cómo debía pasar por aquellos sufrimientos inefablemente agudos, hasta quedar abandonado. Me parece que deben ahondar en esta verdad los que quieren celebrar y recibir este sacrificio.