Si queremos entrar en la vía del abandono —algunos llegan a hacer de ello voto—, debemos desear esta luz y pedirla realmente. Dios no nos la puede negar, si lo hacemos con buenos modales: «Por favor, Señor, muéstrame tu rostro de Misericordia. Desde ahora te agradezco el habérmelo concedido». Podremos entonces, como san Pablo, llevar el verdadero combate, el buen combate, no la lucha en la que pensamos tan a menudo. (Lafrance J, Mi vocación es el amor).