Satanás nos tienta con la desesperación

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Nuestras faltas, y sobre todo nuestras faltas habituales, ofrecen a Satanás un medio fácil para llegar a ese resultado [la desesperación]; sí, como acertadamente se ha hecho observar, en su lucha contra la virtud de la esperanza es donde el espíritu infernal procura con más empeño transfigurarse en ángel de luz (2 Cor 11, 14), no le resulta difícil hacer ese papel poniendo en contraste nuestras infidelidades innumerables con las incesantes solicitaciones de la gracia, nuestras ingratitudes con las bondades divinas, nuestras faltas con nuestros propósitos. ¿No es justo, exclama el alma llevada a este desaliento, que Dios se canse y ciegue la fuente de auxilios de los que yo estoy abusando? Me abandona con toda razón. Ya es hora de renunciar a un empeño que mis repetidas caídas me demuestran que es superior a mis fuerzas. Yo había presumido demasiado de Dios y de mí mismo. ¿Para qué gastarme en esfuerzos estériles un día y otro día, si no voy a alcanzar nunca una santidad imposible? La experiencia me ha demostrado sobradamente que esas alturas no están al alcance de mi debilidad. ¿Hasta cuándo voy a estar haciendo propósitos nada más que para sentir el dolor de faltar a ellos a lo largo del día y dar al enemigo motivos de alegrarse con mis caídas. (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)