Qué es el placer y para qué sirve

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Hay, en efecto, para mí en las criaturas, sembrados por la mano de su Autor, placeres infinitamente variados: placeres materiales de la vista, del oído, del olfato, del gusto, del tacto; las bellezas de la naturaleza y de las artes, los encantos de la música, los perfumes de las flores, el sabor de los alimentos, etc.: placeres morales de la familia, de la amistad, de la práctica de la virtud, etc.: placeres intelectuales de la literatura y de las ciencias, de la investigación y contemplación de la verdad: placeres sobrenaturales, en fin, en la oración, en las prácticas religiosas y en los toques divinos de la gracia. ¡Cuántos placeres, cuán variados y extensos! ¿Qué son estos placeres en la idea de Dios, que los ha criado, y qué papel desempeñan? -Para saber lo que son no tengo más que ver dónde están. ¿Dónde están? –En la criatura. ¿Y qué es la criatura? –Instrumento, nada más que instrumento. Por consiguiente, el placer que en ella está no es más que lo que ella es: es, pues, un placer instrumental, es una cualidad dada por Dios a los instrumentos puestos a mi uso: ¿Para qué les ha sido dada? –Para facilitar el uso de dichos instrumentos. (José Tissot, La vida interior)