¿Mas por qué Dios se hace rogar para dar su gracia? –Porque quiere que yo esté cerca de Él para darme sus dones. El fin de mi vida es ir a Él. Si no me hubiese impuesto la obligación de la oración, permanecería constantemente en mí mismo y abusaría de sus dones lejos de Él; gastaría mi vida como el hijo pródigo, y mientras me quedase algo que dilapidar alejado de Él, no pensaría en volver a Él: la necesidad me hace volver a Él. Cuando siento mi necesidad y me acuerdo de las riquezas de la casa de mi padre, me levanto y vuelvo a ella, es decir, ruego a Dios. Y Dios espera a que me acerque a Él para abrazarme, esto es, para darme su gracia. Las tardanzas aparentes que a veces emplea respecto de mí, esos largos plazos que en algunas ocasiones pone a su munificencia no tienen otro objeto sino hacer que mi aproximación a Él sea más completa. ¡Qué bueno es Dios obligándome a orar por mucho tiempo! Así me excita a elevarme hasta Él, a refugiarme en Él, a entrar en Él. ¡Dios mío! ¿Cuándo comprenderé vuestras misericordias y las bellezas y grandezas de la oración? (José Tissot, La vida interior)