Y después, todavía me pregunto: ¿Por qué me has llamado? ¿Por qué me has elegido? ¿Tan inepto, tan reacio, tan pobre de mente y de corazón? -Lo sé: «Quae stulta sunt mundi elegit Deus… ut non glorietur omnis caro in conspectu eius»: eligió Dios la necedad del mundo para que nadie pueda gloriarse ante Él (1 Cor. 1, 27-28). Mi elección indica dos cosas: mi pequeñez; tu libertad misericordiosa y potente, que no se ha detenido ni ante mis infidelidades, mi miseria, mi capacidad de traicionarte: «Deus meus, Deus meus, audebo dicere… in quodam aestasis tripudio de Te praesumendo dicam: nisi quia Deus es, iniustus esses, quia peccavimus graviter… et Tu placatus es. Nos Te provocamus ad iram, Tu autem conducis nos ad misericordiam»: Dios mío, Dios mío, me atreveré a decir en un regocijo extático de Ti con presunción: si no fueses Dios, serías injusto, porque hemos pecado gravemente… y Tú te has aplacado. Nosotros te provocamos a la ira, y Tú en cambio, nos conduces a la misericordia (PL 40,1150)
Meditación sobre la muerte