Lo último, considera la sujeción y obediencia de este Señor para con sus padres, de que hace mención el evangelista, para que espantado de tan grande obediencia y confundido de tu gran soberbia, aprendas de aquí a sujetarte y obedecer no solamente a los iguales y mayores, sino también a los menores, por ejemplo de este Señor. Y mira como desde esta edad hasta los treinta años de su vida no se escribe ni que predicase ni que hiciese alguna maravilla: aunque no hizo poco en callar todo este tiempo, para enseñarnos a no hablar ni predicar antes de tiempo, para que el mismo Señor que es maestro de hablar nos lo fuese también del silencio, que no es menos necesario.
Vida de Cristo