Nuestras heridas no nos impiden amar

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Y por eso hay que tener mucha paciencia y piedad para los que desearían amar y experimentan su incapacidad a causa de las heridas de sus pecados y a causa de las contusiones hechas por la mano de hombres o sencillamente por causa de la herencia recibida al nacer. No hay que desanimarles y antes de invitarles como Teresa a entrar en esta «carrera de gigante», es preciso decirles: «Id al hospital para que os cuiden, antes de emprender la carrera del Amor». Para los que sufren de esta falta de confianza —porque es siempre la confianza y nada más que la confianza lo que lleva al Amor, sigue diciendo Teresa— hay una palabra que no hay que decirles, es «valor», porque es precisamente lo que no tienen, es como si se dijese a uno que no tiene dinero: «¡Pagad!, ¡pagad!» Hay que decirle más bien: «Id a la fuente en la que recibiréis el pan y el agua sin pagar, gratuitamente. Id a consolaros y alimentaros. Venid y comprad de balde», dirá el profeta Isaías. Hay una fuente que es gratuita, la del Amor misericordioso. (Lafrance J, Mi vocación es el amor).