No turbarnos ante nuestras faltas

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Muchas almas reconocerán en estos síntomas la turbación de que se han dejado llevar después de sus faltas, y los estragos que en ellas ha causado. Habían comenzado con fervor, se pusieron en camino con resolución, siguiendo las huellas del Maestro, subiendo las duras pendientes del Calvario. Sobrevino una caída y quedaron turbadas. Sin embargo, lograron rehacerse: el arrepentimiento y la absolución sacramental lo repararon todo. A pesar de ello, no paran de mirarse y remirarse con ansiedad, vuelven a repasar sus heridas apenas cicatrizadas, hurgan en ellas, las enconan queriendo curarlas con despecho e impaciencia; no tienen en cuenta que «nada hay que conserve nuestras manchas como la inquietud y el apresuramiento por quitarlas» (Carta 173, colec. Blaise).