María, refugio de los pecadores

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Pecador, quienquiera que seas, aunque estuvieras con un pie en el abismo, aunque la desesperación haya invadido tu corazón, mira a María, piensa en Ella (SAN BERNARDO, Hom, 2 supra Missus), y recobrarás la inocencia y la paz.

Nadie —la Virgen Inmaculada lo reveló a Santa Brígida—, a no ser que esté ya condenado, invoca este nombre con intención de dejar el pecado, sin que el demonio huya inmediatamente, y si, como dice San Francisco de Sales, un pajarillo, al pronunciar el nombre de María que aprendió a repetir en un monasterio, fue dejado en libertad por un gavilán que lo tenía ya en sus garras para despedazarlo, ¿qué culpable no podrá escapar de las garras de Satanás invocando este nombre omnipotente?

Este nombre debe ser, según el texto sagrado, nuestra respiración, spiraculum hominis, porque, como dice un Santo Padre, por María respira el alma culpable y se abre a la esperanza del perdón. (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)