María en la conversión del pecador

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En la conversión de cada pecador, cuando vuelve a nacer a la gracia, en la renovación de su filiación divina por su reincorporación al Salvador, en la hora en que es vivificado en Cristo (Efes 2), el Padre celestial le dice: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy (Salm 2), el Ángel de la guarda de este dichoso convertido puede, mostrándolo a María, saludarla con las palabras de Santa Isabel: Bendito es el fruto de tu vientre, porque de verdad es fruto de su vientre. Ella es tan Madre de los miembros, como lo es de la Cabeza del cuerpo místico de la Iglesia; ni un solo justo se forma sin que sea engendrado a la vida divina por la nueva Eva, verdadera Madre de todos los vivientes. (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)